Nacido en 1732; huérfano de padre a los 11 años; sobreviviente de una infección de viruela que le dejó marcas permanentes en su cara; a los 20 años, heredó de su medio hermano la hacienda (plantation) de Mount Vernon en Virginia, con una extensión de unas mil hectáreas y que él expandió hasta unas cuatro mil, ahora considerada un monumento nacional en Estados Unidos, visitada por cerca de un millón de personas cada año; nombrado a los 20 años, sin experiencia militar previa, Comandante de la milicia de Virginia; se incorpora a la política y se casa antes de los 27 años; se convierte en padrastro de los dos hijos de su esposa Martha; en 1774, ya con la idea de que era necesaria la independencia de Inglaterra, participó como delegado ante el Primer Congreso Continental en Filadelfia y un año más tarde fue nombrado Comandante en Jefe del Ejército Continental. Se dice que era un mejor general que estratega militar y que su principal mérito fue darle mantener unido a su ejército con dirección y motivación, un ejército que no tenía suficiente entrenamiento, comida, municiones y armamento y, que, en ocasiones, ni zapatos en invierno podían conseguir. Para 1781, con la guerra prácticamente decidida, él ya era un héroe y en 1783, tras la firma del Tratado de París en que Inglaterra reconocía la independencia de Estados Unidos, decide regresar a su casa en Mount Vernon. En 1789 es electo presidente, cargo que deja en 1797 tras decidir no postularse de nuevo.
Es en septiembre de 1796, cuando George Washington publica una carta de despedida, inicialmente pensada para publicarse en 1792, escrita con la ayuda de James Madison y Alexander Hamilton, dirigida a “amigos y conciudadanos”. A esta carta se le conoce en inglés como “George Washington’s Farewell Address” y de ella se pueden sacar algunos puntos que seguramente serían de utilidad para líderes mundiales, y el nuestro en particular, en el año 2022.
Washington reconoce que no es un buen precedente postularse por un tercer período y tratar de extender su mandato, aunque la ley no lo prohibía, y además se da cuenta de que no está en buena salud física, con lo que una repentina muerte como presidente pudiera generar problemas innecesarios al país. Hace hincapié en la importancia de conservar la unidad como nación y mantener la causa común como prioridad. Dejar a un lado el interés por las diferencias entre las regiones y enfocarse en aquello que era de interés común. No era el estilo de Washington señalar regiones o tener favoritos, como lo hace con demasiada frecuencia el presidente de México, tratando de contraponer a sur contra norte, a ricos contra pobres, a izquierda contra derecha, a chairos y fifís.
Washington señala con claridad el riesgo que implica la creación de partidos políticos (que ya existían en esas fechas) en los que sus miembros pongan la lealtad hacia el partido por encima de la lealtad hacia el interés común del país (avísenle a esos personajes que han hecho de la vida en los partidos, de todos colores, una forma de vivir como sanguijuelas), ya que eso generaría un espíritu de venganza y el surgimiento de hombres (ahora también mujeres) astutos, ambiciosos y sin principios que usurparían para ellos mismos las riendas del gobierno. También alertó del riesgo de abrir la puerta a tener países favoritos u odiados; deberían procurarse buenas relaciones con todos los países, no influir ni dejarse influir. No es normal, por ejemplo, que hoy en día golpes de estado a gobiernos izquierdistas sean condenados inmediatamente, mientras que los levantamientos contra gobiernos conservadores sean ignorados. Si Washington viviera, probablemente diría que es ridículo enaltecer a personajes solo por su supuesta afinidad ideológica y no por sus resultados tangibles y la altura de sus miras.
La carta de despedida de Washington debería ser lectura obligada para presidentes y líderes políticos, a manera de reflexión sobre lo que ellos mismos dejarían en una carta similar si tuvieran que retirarse en ese momento. En Estados Unidos, cada año, desde 1896, en la fecha de nacimiento de Washington (22 de febrero), un miembro del Senado lee la carta y su lectura se alterna entre demócratas y republicanos. Estoy convencido de que un documento de más de 220 años de antigüedad, escrito en un contexto muy distinto al actual, puede ser vigente y ofrecer pistas y consejos valiosos para los líderes del mundo actual. Dejo aquí la liga para quien tenga interés y para que la compartan a algún político encumbrado que se sienta infalible y eterno. Seguramente encontrarán algo interesante en la carta. https://www.senate.gov/artandhistory/history/resources/pdf/WashFarewell.pdf